Llevando a la Muerte en cuatro



Segundo día. Lunes 28 de junio.

El miedo es fatídico, te hace prever algún tipo de desgracia que pudiese ocurrir relacionado con lo que temes, si lo ves o lo piensas, entonces no era miedo.

     Raro, te hace pensar que algo no encaja, sientes que tú mismo no deberías estar ahí, o te das cuenta que lo que percibes no es común, no, tampoco era Raro.

     Entonces, ¿Qué es?, la sensación que me acongojaba no tenía palabra, se podría describir como “sentir que algo no iba bien”, pero al observar todo a mi alrededor no tenía sentido lo que causaba tanta intriga en mí. Las noticias eran normales, lo mismo de siempre; problemas políticos que si llegaban a resolverse desencadenarían otros más, porque la política nunca está quieta; tal equipo, de cualquier deporte había avanzado en las eliminatorias derrotando a otro; lo superfluo de los noticieros de farándula me hacía apagar la TV para ignorar todas las estupideces y chorradas que transmitían. Luego volví a prender la televisión ya había tomado el tiempo que tardaba cada segmento del programa y sabía cuándo terminaba para ver el reporte de sucesos, a pesar de que casi siempre era lo mismo, era lo que más me gustaba ver, aunque no digo que fuese un fanático íntimo de la muerte, más bien tenía el típico pavor humano a dejar de respirar algún día.

     Revisé todos los rincones de mi pequeña casa, para eliminar sospechas antes de salir al exterior, al notar que no había nada fuera de lo normal caminé hacia el garaje para empezar mi día de laburo.

     Mi trabajo consiste en recoger personas en un punto A y llevarlas a un punto B, que ellos me dicen dónde está ubicado, en otras palabras, soy taxista, a pesar de ser un trabajo con personal que sobra como para satisfacer las demandas totales, me otorgaba un buen sueldo, ya que vivo solo, y los pasajeros que se subían al transporte en la mañana siempre iban cerca, por lo cual salía de una persona rápidamente y entraba otra, así durante toda la mañana hasta caída la tarde terminaba mi jornada.

     El trabajo de taxista, a pesar de ser un poco agobiante a veces, también resulta ser beneficioso, en ocasiones, hasta para el mismo chófer. Hay días en que las personas deciden contarte parte de su vida, haciendo interesantes los viajes y en otras ocasiones los clientes no quieren ni que los mires por el retrovisor ni preguntar cómo estuvo su mañana. Aun así salgo todos los días a trabajar con entusiasmo y esmero.

     Pero ese día salí de casa tomando precauciones un poco exageradas, dejé cámaras grabando todas las puertas y ventanas que había en la casa, pasé llave a todos los seguros que habían en la casa, y hasta dejé que el berman del vecino se paseara por mi patio hasta que volviera.

     De esa manera, asegurándome de que cuando regresara no encontraría la casa vuelta un infierno, me subí en la unidad que me habían asignado y empecé a recoger personas a las 7:30 am. Rápidamente se desapareció aquel sentimiento que me intrigaba desde un principio, la jornada transcurría de manera muy positiva, bastante clientela y poco tráfico, lo ideal para un taxista, todo iba bien de hecho, ni en ese momento pensé lo que vendría después de las 9:20 am, hora en la que se subió El General a la unidad.

     Estaba parado en una esquina, alzó la mano para llamarme, rápidamente me estacioné adelante de él, era un militar, de contextura fornida por el ejercicio, corte bajo y con tatuajes en los brazos, tenía lentes oscuros y se los quitó cuando entró.

     Al edificio Gutemberg, por favor— dijo con voz seria.

     Como usted mande, señor— solté tratando de ser amistoso, el militar me vio de reojo como queriendo decir “¿Y este qué?”.

     Empecé a conducir, tranquilamente, hacia el destino que me había fijado el militar, noté que había mucha tensión dentro del auto, así que prendí la radio para ver si encontraba algo que animara el momento, se oyeron en las noticias de un nuevo ataque militar de parte de Rusia a la frontera con China, pensé que no convenía escuchar eso en esa ocasión, por lo cual cambié de emisora, empezó a sonar Staying Alive de los Bee Gees, así que la dejé, era una canción alegre y un exitazo mundial de hace años, por lo cual no había duda de que no sería incómodo para el militar. Cuatro canciones más tarde, todavía faltaba un poco para llegar al edificio, por lo cual decidí preguntar algo que me estaba carcomiendo desde hacía un rato.

     ¿Todo bien, señor? Se le ve un poco molesto.

     Eso no es problema suyo, ciudadano, siga conduciendo y ya— respondió secamente con tono cortante, pero sin querer sonar grosero.

     Es que me gusta que mis clientes se sientan satisfechos con el servicio, y usted no parece muy complacido que digamos— dije tratando de mantener la conversación, no quería volver a estar callado. Se me quedó viendo como si hacerlo le diera una respuesta, luego dijo.

     Sí, su servicio es bueno, pero lo único que le puedo aconsejar es que si un cliente no quiere hablar no insista tanto, algunos no queremos establecer conversación con otras personas y menos de temas que no les incumben.

     Okey, ya entendí —dije haciendo una mueca y poniendo cara de fastidio, el comentario me había tocado un poco. Al parecer esa reacción hizo que el militar se arrepintiera un poco de lo que había dicho.

     Perdón si el modo en que lo dije fue un poco brusco, pero es que es como tú dices, empecé mal el día y aquí me tienes, un General de las Fuerzas Armadas de camino en un taxi hacia una reunión muy importante, reunión táctica —se quedó un poco callado—, se supone que tuvo que haber aparecido una unidad de convoy al frente de mi casa para trasladarme correctamente hacia el punto de encuentro, y resulta que ahora tengo que llegar en un vehículo utilitario cualquiera.

     Oh, ya entiendo, bue..., sí parece que hay un poco de mala organización.

     Ni que lo digas, y eso que soy un General, no sé qué les pasará a los soldados rasos.

     Bueno, ya lo sabrá, porque ya estamos llegando.

     Era cierto, el edificio se encontraba muy vacío no había mucha gente por los alrededores, no había nadie que recibiese a las personas en la entrada.

     ¿No está un poco solo esto por aquí?— pregunté

     Así es mejor, las posibilidades de intrusos son más escasas —dijo esto sacando un billete de su bolsillo—, toma, quédate con el cambio y buen día— dicho esto salió del carro y entró en el edificio, arranqué y fui a buscar más pasajeros.

     El día seguía transcurriendo de maravilla, había mucha clientela y se bajaban rápido, el tráfico de maravilla, de hecho llegué a poder llevar diez personas a los lugares que me pedían en menos de una hora, ya con eso había roto el récord, ese, ahora, era el día con más servicios prestados y eso que ni siquiera era mediodía.

     A las 11:45 am, llegó la próxima víctima. Conducía tranquilamente con los vidrios abajo cuando escuché un silbido, y luego el grito de alguien que decía:

     ¡TAXI!, ¡TAXI!

     Observé rápidamente por el retrovisor, había un tipo corriendo detrás del carro, frené, el hombre alcanzó el auto, llegó jadeante por la carrera, entonces noté que se hallaba desarreglado, pero se lograba percibir que no era por el desespero de alcanzar el taxi.

     ¿Noche de travesuras?— pregunté, al confirmar mis sospechas, cuando noté que tenía muchas marcas de besos con lápiz labial no sólo en la camisa sino en el cachete también.

     Oh, vaya que sí —afirmó este como quien no esconde nada —, esa mujer era una fiera —dijo recordando con orgullo—, pero más fiera se pondrá mi mujer si se llega a enterar— se echó a reír dándome un codazo para que captara el chiste.

     Me reí sarcásticamente para no cortarle el momento, pero dentro de mí se desataba una pequeña furia. Me molestaban las personas que osan ser infieles a sus parejas, ni aunque fuese por venganza, es totalmente inmaduro desde mi punto de vista.

     El destino de este hombre era su casa, quedaba cerca, por lo cual conduje lo más rápido posible, no soportaba escuchar los detalles de su aventura, cuando pagó me tendió un billete de veinte dólares, como no me había caído muy bien lo que contaba le dije que eran cuarenta porque era hora del almuerzo y muy bien pude haberlo ignorado, pagó con pocas ganas y me fui, deseando que algún día su mujer se diese cuenta de lo que hacía.

     Me fijé en la hora y vi que eran las 12:00 del día, ahora sí tocaba el almuerzo de verdad, manejé hacia mi local de comida favorito, me comí dos hamburguesas y tomé dos refrescos, me despedí dejando una buena propina y volví al trabajo.

     Era increíble lo bien que iba la jornada, no paraba de repartir clientela, de hecho hasta una joven me dio su número, por si la quería invitar a salir, ya a las 2:30 pm, el destino volvió a colocar ante mí a la muerte en plural.

     Un tipo que se notaba, era extranjero, alzó el pulgar para que lo viera, estacioné al frente, se montó con una mochila muy pesada y grande.

     ¿A dónde se dirige? —pregunté tratando de que se me entendiera lo mejor posible, por si no sabía hablar mucho español.

     Lléveme al centro comercial más famoso de la ciudad, quiero conocer sus mejores lugares —dijo el hombre con un acento notablemente extranjero, pero que yo no lograba ubicar de qué país.

     Okey, ese sería el C.C. Stratus, ¿es usted turista de otro país o de otro estado?

     De otro país, me llamo Pikol Garnus.

     Entonces le complacerá saber que es el centro comercial más concurrido del país, se calcula que a diario, por sus pasillos, circulan más de dos mil personas, y tiene un récord de asistencia de 11.254 personas en un solo día, llegando a albergar en algún momento más 1800 personas en un mismo sitio a la misma hora, imagínese —el extraño tenía cara de sorprendido, lo cual me llenaba de orgullo por mi ciudad y la metrópolis que representaba el centro comercial Stratus—. Y hoy está de suerte, escuché que hay un concierto de una banda muy famosa, lo que quiere decir que hoy mismo se podría romper ese récord.

     Excelente entonces, vamos al C.C. Stratus— dijo con mucho entusiasmo el hombre.

     El recorrido al centro comercial se hizo largo, sus calles adyacentes siempre estaban anegadas de tráfico y se podía durar hasta dos horas para tratar de salir de ellas.

     Al llegar, el hombre no escondio su asombro y abrió la boca lo más que pudo hacerlo, yo también me alteré un poco pero era por lo colosal del centro comercial, su tamaño monumental no tenía comparación, si se llegaba a necesitar espacio para resguardar a toda lo población de la ciudad no habría problema, sobraría espacio, un orgullo para todos los habitantes de la ciudad.

     Estacioné en una cera al frente de la entrada principal, el hombre me dio un billete de 50 dólares, le dije que era menos y replicó diciendo que me merecía mucho más por haberlo llevado a semejante lugar. Noté que el equipaje que llevaba era exageradamente grande y pesado

     Oiga, a la vuelta de la esquina hay un hotel cinco estrellas, puede dejar el equipaje ahí y volver al centro comercial mucho más cómodo— le aconsejé.

     Tranquilo, amigo, llevo muchos años con esto, ya casi ni noto que lo cargo en la espalda, muchas gracias por la recomendación, cuídese— dijo cortésmente, y dándose la vuelta se encaminó hacia el centro comercial.

     Por esa clase de clientes me gustaba este trabajo, esos que te alegran el día, queriendo hablar sobre el destino al que iban, los extranjeros eran los más curiosos y por eso los más entretenidos, me complace saber que ayudo a alguien con información nueva.

     El día siguió igual de productivo y grabé mentalmente que aquel había sido mi mejor día de trabajo, en todo el tiempo que tengo llevando y trayendo personas en mi carro de taxi, ya a las 6:00 pm había acabado mi jornada del día, estaba emocionado, pues había recaudado en un día lo que lograba ganar en dos semanas y con suerte.

     Ya aquel extraño sentimiento de inseguridad se había esfumado por completo, en ese momento pensé que mi mente, más bien, me quería mostrar un sentimiento de que algo bueno me esperaba pero, como nunca me había pasado, me asusté. Sí, de seguro eso fue, qué tonto había sido al ponerme tan paranoico.

     La muerte puede ser una gran hija de perra, creemos que cuando llegue el día de verla nos llevará a nosotros junto a ella, para pasar a ser parte de la eterna inmortalidad que es de la vida de nuestra alma después de morir, al parecer estaba errando en cuanto a esa creencia.

     Cuando ya iba llegando a mi casa, estoy seguro de que fue mi alegría lo que hizo que no me diera cuenta de que nada en aquel día había sido normal, nunca me había encontrado con semejantes clientes, tan raros realmente, un General de las Fuerzas Armadas, el tipo infiel, más el turista con el gran equipaje y ahora una niña de trece años, lucía un vestidito azul y zapatos negros, llevaba un moño que hacía que el cabello le cayera detrás como cola de caballo, levantó el pulgar y por un momento pensé en dejarla ahí plantada, pues mi jornada había acabado, no tenía por qué ayudarla, pero me dio un poco de lástima la niña parada ahí con cara triste y estaba apunto de oscurecer, me paré al frente de ella y le abrí la puerta, subió al carro rápidamente. Me le quedé mirando a ver que decía pero no dijo nada.

     Niña, ¿estás perdida?— fue lo que se me ocurrió preguntarle.

     No —respondió—, es que sólo tengo un billete de cinco dólares y necesito un viaje de vuelta a mi casa— dijo apenada.

     Tranquila, no te cobraré nada, fíjate que hoy tuve un buen día y este servicio lo pago yo —dije alegremente para tranquilizarla, se le notaba un poco asustada, aparte de lo obviamente apenada que estaba— ¿Pasa algo? —pregunté.

     No, es sólo que mi mamá me dice que no hable con extraños.

     Me reí un poco.

     Es bueno que hagas caso a lo que te dice tu mamá, así que vamos cuanto antes a tu casa y así te libras de este extraño de manera rápida y fácil ¿va?— le dije, tratando de que se sintiera un poco en onda.

     Sí —fue lo único que dijo y me dispuse a llevarla a su casa, me dijo que esta se encontraba a unas cuadras de donde la encontré, no dijo nada durante todo el viaje, hasta que llegamos al frente del hogar, sólo había una luz prendida, las demás estaban apagadas.

     ¿Segura de que es aquí?— pregunté un poco extrañado, la casa se veía un poco descuidada

     Sí, mi mama al parecer está despierta esperándome —se bajó del carro y antes de entrar, volvió hacia la ventana y dijo— señor, creo que debería pensar más y analizar lo que hace, se podría llevar alguna sorpresa —soltó una risa juguetona y, finalmente, entró en su casa, me quedé unos segundos pensando en lo que la niña me había dicho, luego pensé que seguro era algún consejo que ella había escuchado por ahí y quiso repetirlo.

     Sería ya muy tarde cuando entendí lo que me había dicho la niña, demasiado tarde, entiendo que pude haber dejado pasar detalles como el del General y el tipo infiel, pero lo del turista y la niña era demasiado obvio, lo siento mucho, pero es demasiado para mí, no creo que pueda resistir esta carga, pensar que pude haber cambiado todo, me hace sentir totalmente inútil. Espero que se cuiden y no lloren por mí, papá y mamá los quiero mucho.

Con mucho cariño,

~Martín


***

Tercer Día. Martes 29 de Junio.

La detective Esther abrió la puerta de la casa con una fuerte patada, fue hacia la cocina rápidamente y encontró lo inevitable, otra vez la muerte se había aparecido al frente de ella, pero esta vez en forma de un chico moreno de unos 27 años, su carnet de identificación mostraba que su nombre era Martín Lundberg, se había colgado del cuello en su cocina. No podía creerlo, primero los sucesos de hacía dos días y ahora esto. El vecino del fallecido había llamado a la policía, al ir a buscar a Martín, para hablar sobre los hechos ocurridos hacía 48 horas.

     La detective mandó rápidamente a despejar el área para investigar posibles causas, no tuvo que buscar mucho al encontrar un sobre con una carta que empezaba con una frase que decía: << El miedo es fatídico, te hace prever algún tipo de desgracia que pudiese ocurrir relacionado con lo que temes, si lo ves o lo piensas...>> y al lado un periódico con la página de sucesos abierta.


***

Sucesos

Para nuestros queridos lectores: Cabe destacar que los sucesos ocurridos hace dos días, han hecho que tengamos que dar una nota más corta y precisa para poder tener tiempo de investigar más sobre los diferentes casos, luego traer reportes individuales de cada uno de los hechos y estos contarán con más detalles, se le agradece su comprensión. Atte.: La gerencia de El Diario de Cada Día


Asesinado General de las Fuerzas Armadas

A primera hora del domingo 27 de junio fue asesinado el General Gustav Febrer, al ser víctima de una emboscada perpetrada por sujetos desconocidos, según su esposa, Febrer había recibido una llamada a muy tempranas horas del día, la víctima le dijo a su esposa que tenía una reunión en el edificio de estrategias militares Gutemberg.


Mujer mata a su esposo al descubrir su romance con otra

Un hombre fue asesinado por su esposa al ser descubierto su romance con la secretaria de este, la mujer se entregó a las autoridades sin ofrecer resistencia.


Atentado terrorista en el C.C. Stratus

La tarde del día domingo será recordada por ser la tarde de los inocentes, la tarde en que un terrorista logró entrar en el centro comercial Stratus, el cual festajaba su aniversario con un concierto de la conocida banda Fregadethro, por lo cual el sujeto, identificado como Pikol Garnus, aprovechó la cantidad de personas para provocar una explosión que alcanzó a dejar un saldo de aproximadamente 5000 víctimas, que se encontraban en el concierto y en los alrededores.


Niña de 13 años comete gran calamidad

Una niña de 13 años que llevaba por nombre Petrovska Erzagibna acabó con la vida de toda su familia, se supo que la niña tenía problemas mentales a causa del maltrato que recibía por parte de sus padres y que estos le obligaban a silenciar, cabe destacar que la niña se suicidó después de cometer tal atrocidad.


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