Lo grato no siempre es lo adecuado


Marcelo era un individuo de estatura promedio y un poco abultado, carecía de riquezas y poder, cosas que deseaba mucho para realizar cualquier tipo de acción y alcanzar su finalidad de ser inmensamente rico, su deseo de ser acaudalado era abominablemente gigante.

     Un fatídico día de trabajo, tuvo un traspié con su silla y derramó el café que llevaba en su mano sobre la computadora de su oficina, le dijeron que tenía que reponer la maquina o se quedaría sin empleo, así tuvo que utilizar su propio dinero para poder sustituir la maquina dañada por una nueva, quedó casi sin nada para la comida en la casa.

     En ese momento llegó a pensar que, tal vez, no parecía tan grave la idea de robar dinero de un banco. Pero rápidamente tuvo que rehuir a ese deseo de delinquir, al darse cuenta de lo que podría acarrear una situación de escape en un automóvil después del atraco, y aparte si llegaban a identificarlo pondría en vital riesgo a su familia.

     Los días transcurrían como en tropel, y Marcelo vivía en una monotonía que lo acosaba a todo momento, su sueño fue interrumpido una madrugada por el estruendoso y escandaloso ruido de el motor de un camión de volteo, el cual salía cumplía con sus servicios desde muy temprano; al despertarse, por causa del ruido, no podía volver a conciliar sueño, por lo cual bajó hacia la cocina y se preparó un café. Lo hizo más fuerte de lo acostumbrado para que tuviese un efecto más recio, cuando se hizo la hora en que normalmente se despertaba, siguió su rutina, era el típico movimiento de siempre, caminaba hacia su armario y tomaba su típica camisa azul, corbata, pantalones y zapatos negros, era el uniforme de su empresa, se bañaba, se vestía, se despedía de su esposa e hija y salía rumbo a su empleo.

     En el edificio de la empresa, al llegar, subía las escaleras hacia su oficina y empezaba a responder llamadas, planificar cosas, y contestaba cuestionarios estúpidos de personas que querían saber cómo se podría ganar dinero más fácil, luego iba al despacho del jefe a recibir cualquier tipo de queja sin sentido alguno, luego en la noche volvía a casa, ya harto y se dormía.


Pero cierto día la suerte le sonrió. Decidido a cambiar un poco la agenda matutina, fue a comer bocadillos en una tienda, se antojó de un dulce de plátano y se decidió a comprarlo. Al llegar a la caja para pagar, pudo observar que habían tarjetas de lotería, decidió probar a ver si sucedía algún milagro que lo dejara ser feliz para siempre, pagado el dulce y la ficha de lotería salio del local.

     Empezó a dudar sobre que si fue una buena idea haberse comprado la ficha, pudo haber botado los cincuenta dólares por nada, pero pensando en que ya el daño estaba hecho, dejó de imaginar que era una mala idea y siguió hacia su trabajo. Al llegar, se sentó a la mesa, apartó toda la correspondencia que le habían suministrado para trabajar, puso la ficha en la repisa, buscó una moneda y antes de raspar, empezó a pensar que haría con los tres millones de dolares que ganaría si pegaba el lotto.

     Se compraría primero un auto de lujo, su Fiat Palio ya lo tenía cansado, y con muchos detalles que hacían que lo único que valiera la pena del carro, era que lo llevaba y lo traía, luego arreglaría muchas cosas en la casa que se tuvieron que haber arreglado hacía tiempo, pero el dinero que había ganado con el trabajo nunca era suficiente, luego compraría mucha ropa y comida, después invertiría en el mercado para mantener ganancias, tal vez compraría un yate y se iría de vacaciones con su esposa e hija, también contrataría unas prostitutas y las llevaría a un hotel sin que su esposa lo supiera -¿que daño le podrían hacer?- Su señora nunca se enteraría, iba a estar distraída con todas las cosas que sabía que la iban a embelesar. La vida desde esa perspectiva sonaba increíble para él, podría hacer lo que se le viniera en gana y mucho más.

     Ya de vuelta en sí, y habiendo dejado de soñar despierto, decidió raspar la tarjeta, sabía que era casi imposible que le tocara, pues las probabilidades eran de 1 en 100 millones de tarjetas que imprimía la lotería: raspó el primer número y salió un 3, luego el segundo y volvió a salir un 3, se alegró un poco, pero se tranquilizó al pensar que eso pasaba muchas veces y al final el tercer número era otro, aunque rezó con todas sus fuerzas para que volviera a salir un 3; después de terminar de rezar se persignó y empezó a raspar con la moneda.

     Inmediatamente prendió su computadora y abrió un nuevo documento, empezó a redactar un escrito, terminó en un abrir y cerrar de ojos, tecleaba como si fuese lo único que supiera hacer, todos esos años haciendo lo mismo le habían dado una habilidad tremenda para mover los dedos sobre el teclado, mandó a imprimir el documento, rápidamente salió corriendo hacia la impresora, llegó justo a tiempo para ver que la hoja que había ordenado estaba cayendo y la agarró.

     Su carta de renuncia se postró con fuerza sobre el escritorio de su jefe, este preguntó que a qué se debía tal comportamiento, a lo que Marcelo respondió: “¡Renuncio, grandísimo hijo de...”, acto seguido le soltó un trompada, y salio sonriendo felizmente del despacho, bajó las escaleras del edificio y se fue al banco para cobrar la lotería que había ganado.

     No podía creerlo, su vida cambiaría de una manera colosal y dentro de muy poco estaría tranquilo en su yate bebiendo un mojito, acostado con su esposa e hija al lado viendo hacia el infinito mar, al llegar al banco, le dió la tarjeta a la cajera y esta lo felicitó por su logro, le entregó un papel donde debía anotar sus datos bancarios, luego de haberlos escrito le devolvió el papel a la cajera y esta le dijo que esperara un momento, luego de 5 minutos esta volvió y le pregunto que como querría el dinero, en efectivo o depositado a la cuenta.

     —La mitad en efectivo y la otra me la deposita —respondió Marcelo.

     Okey, espere mientras contamos los billetes.

     Tuvo que esperar unos veinte minutos a que estuviese listo el efectivo y se lo entregaron en un maletín. Al llegar a su casa le contó a su mujer la buena noticia, los dos brindaron abriendo una botella de buena cosecha y tuvieron una noche apasionada.


El tiempo transcurría y poco a poco la vida de Marcelo fue cambiando, aunque no como él creía, pensaba que todo iría viento en popa pero, en realidad, estaba cambiando también como persona, se había vuelto un poco egocéntrico, también se tornó desconfiado, se cuidaba de con quien hablaba porque tenía la paranoia de que todo el mundo quería un poco de su dinero, tanto así que un día su mejor amigo fue a visitarlo, luego de mucho tiempo sin verlo, él no tenía mucho dinero como Marcelo, pero para el amigo eso no tenía nada de malo, se conocían desde la infancia y siempre se habían tratado bien, pero al llegar a la casa lujosa de Marcelo, este lo recibió descortésmente.

     —Hola, Julio, ¿qué haces aquí? —preguntó Marcelo viendo a los lados como si se le hubiese perdido algo.

     —¿Cómo que qué hago aquí?, vine a visitarte amigo mío, no nos vemos de hace 5 años más o menos, ven y dame un abrazo, Marcelito —dijo alegre, avanzando y abriendo los brazos para darle un abrazo a su amigo.

     Marcelo se echó hacia atrás, esquivando el abrazo y viendo a Julio con desdén.

     —Disculpa pero tuviste que haberme avisado, ahorita estoy ocupado, no ando para jueguitos ni para perder el tiempo —soltó Marcelo.

     —¿Pero qué dices? Si yo siempre te visitaba en cualquier momento.

     —Si pero eso era antes de que tuviese todo esto, así que, por favor, pide una cita conmigo al secretario y veré si puedo atenderte alguna vez.

     —¿Te volviste loco? Si sólo vine a visitarte para ver cómo estabas y hablar de cualquier tontería como antes.

     Pfff, creo que con sólo mirar a tu alrededor puedes ver que estoy muy bien no —respondió Marcelo con desdén, miró hacia todos lados con orgullo— y como te dije no estoy para tonterías ni perdidas de tiempo ahorita.

     Julio se lo quedó viendo un momento con incredulidad, luego dijo:

     —Ojalá se te pase pronto... —y se marchó.

     Marcelo no dio importancia y se retiró hacia su cuarto tranquilamente, como si no hubiese pasado nada, no se daba cuenta de que poco a poco iba perdiendo mucho más de lo que había ganado.

     Llegó a montar una empresa de maquinaria de construcción, la cual fue generándole poco a poco más éxitos y logros, llegando a ser una de las más importantes. Así que tenía que estar de viaje muchas veces, y empezaba a descuidar un poco a su familia, aprovechaba su soledad en las habitaciones de los hoteles de las ciudades donde viajaba para contratar a damas de compañía, se aseguraba de que nadie lo reconociera, si se llegaba a saber que uno de los empresarios más importantes le era infiel a su esposa, el escarnio público al que estaría sometido no sería normal, también tomaba mucho e iba a fiestas, se podría decir que vivía una especia de vida loca, sin ignorar sus responsabilidades.

     Su esposa empezó a notar que su hombre, volvía diferente con cada viaje, cada vez se distanciaba más y no se le veía muy alegre de haber vuelto, cuando estaba en casa hablaba muy poco con su hija, y con su mujer ya no había intimidad alguna, de hecho hasta le decía que se pusiera ropa cuando veía que ella se acostaba con su ropa interior, no discutían pero tampoco había momentos alegres ya, sólo pasaba las noches en la casa y para dormir, porque a primera hora del día se iba y luego regresaba muy entrada la noche, directo a la cama.

     Un buen día su hija Sonia, que ya tenia unos doce años, le pidió ayuda con una tarea escolar, y este le respondió que no podía en ese momento porque tenia que ir a una reunión.

     —Pero, papá, tú siempre estás en reuniones y nunca estás cuando te necesito.

     —Hija, esto es más importante, además siempre estoy contigo, te traigo la comida, te compro lo que tú quieras y te doy tu beso de buenas noches.

     —Sí, papá, pero ¿de qué sirve lo material si no puedes estar con tu familia? —preguntó triste y caminando de vuelta a su cuarto mirando hacia abajo.

     Marcelo se quedo pensando, se encogió de hombros sin importarle en lo más mínimo lo que le dijo su hija, y se marchó a la reunión que tenía pautada.

     Dos meses después, al volver de otro viaje, entró en su casa y se encontró con que estaba oscura, nadie salió a recibirlo y había mucho silencio, llamó a ver si alguien aparecía, pero no había señal alguna de presencia humana alguna, dejó la maleta en el piso y prendió la luz de la cocina, al observar la mesa notó que en esta había un sobre, era una carta de su esposa, al leerla se sintió furioso y arrepentido a la vez, su esposa se había ido con su hija a la casa de sus padres y le había pedido el divorcio, se sentía terriblemente mal, lo peor era que no sentía tristeza porque fuese a perder a su hija y a su esposa, si no porque le habían pedido el divorcio, ¿qué mujer en el mundo, en sus cabales le pediría divorcio?, era rico y lo tenía todo.

     El divorcio se llevo a cabo y la custodia de la hija la gano la mamá, ya que Marcelo admitió que no tenía mucho tiempo para ella, al final lo había hecho para librarse de las dos y vivir como le diera la gana, hacía fiestas en su mansión casi todas las noches, tenía mujeres por todos lados, el alcohol lo había atrapado de manera endemoniada y los negocios que hacía siempre cerraban con éxito, ya podía vivir la vida loca total, hacía lo que quería y cuando quería, era su sueño hecho realidad y no había nada que lo pudiera detener.


     Tic-toc-tic-toc, riiiiing, riiing, ruidos de pisadas apresuradas yendo de aquí para allá y de allá para acá, teclados siendo utilizados como si no hubiera un mañana.

     —Marcelo..., pssss..., Marcelooo... .

     Abrió los ojos y miró hacia un lado.

     —Que te quedaste dormido, tuviste que haber entregado el informe hace cinco minutos, el jefe te va a dar una reprimenda que ni te imaginas.

     Tenía los ojos como platos, ¿qué significaba todo aquello?, ¿había estado soñando toda una vida?, vio debajo de su mano y ahí estaba la ficha de la lotería sin raspar.

     —¿Qué mier...? —miró hacia la computadora y lo que vio lo confundió aún más, la pantalla estaba totalmente negra y en el centro había unas letras en blanco que decían:

GAME OVER


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