Dedicado a mi amado amigo: El valiente
Este relato está basado en hechos reales, los nombres de los personajes han sido cambiados para proteger la identidad de los mismos.
Nota sobre el narrador: No soy alguien que suele arrepentirse de las cosas que hace o deja de hacer, por lo general asumo la responsabilidad de mis actos y mis omisiones. Cuando algo no sale como lo espero, por lo general, “muero callado” como quien dice y dejo que las cosas sigan su rumbo, trato de aprender mi lección y cruzo los dedos para que la vida, más adelante, me dé la noble oportunidad de enmendar mis faltas. No soy perfecto, pero siempre intento dar lo mejor de mí, trato siempre de tomarme las cosas con calma y evitar, en la medida de lo posible, tomar decisiones impulsivas y apresuradas.
Pero por primera vez, en mucho tiempo, sí me arrepiento de mis actos... bueno... de dos específicamente. Así que, en honesto acto de contrición, pido perdón a la providencia por dejarme llevar por la enajenación que, aunque justificada, hizo que me descargara injustamente con personas que no tenían ninguna culpa. Con todo y mis dudas digo, que si es verdad que allá arriba hay un Diosito que todo lo ve y todo lo sabe, entonces debe saber muy bien que mi arrepentimiento es sincero; y si es verdad que es misericordioso y todopoderoso, entonces me dará la oportunidad de resarcir parte del perjuicio.
La otra cosa de la cual me arrepiento, mucho lamento que no podré enmendarla nunca y ni Diosito con todo su poder podrá darme las herramientas adecuadas para revertir el resultado... pues, aun sorprendido y en el fuero de mi conciencia, sentía la necesidad de contar la anécdota, para desahogar mi indignación, mi sorpresa nada grata y el dejo de rabia que aún bailaba por ahí... entonces cometí mi segundo error: contárselo a mis amigos la noche siguiente, sé que parece una tontería, pero no lo es...
En el momento fue liberador para mí, pero para ellos fue casi un número de stand up comedy, cosa que no me molestó, el asunto es que, desde entonces, cada vez que me reúno con ellos y hay, por casualidad, alguna persona que no conozca la historia, me piden que la cuente de nuevo. Yo nunca quiero, pero se ponen tan insistentes que debo acceder sólo para que dejen de molestar... y se vuelven a reír como la primera vez.
Pero no los culpo a todos, de hecho si tuviera que sacrificar a alguien ese sería a Matías Pisac, que es quien siempre pide la historia. Las veces que he salido con él y otras personas —que no son del mismo grupo—, llega siempre un punto en que comienza a pedir que cuente la historia «Juán, ¿ya le contaste La historia de Perla y las putas del ocho a ellos?» —que así la terminó bautizando—, mi respuesta siempre es la misma «Marico, no, por favor... ya me había olvidado de esa vaina...», y comienza la insistencia y, por supuesto, a meter cizaña a los demás para que me pidan la historia, ellos caen y yo, pues, termino contando la historia, Matías se caga de la risa y los demás quedan intrigados —y de mala manera—.
Por eso decidí, de una vez por todas, escribirla y si alguien tiene curiosidad de saber la historia de Perla, pues que la lea aquí y que deje sus comentarios abajo, porque yo no pienso volver a contarla el resto de mi vida, ya no quiero saber más del asunto.
Nota al lector: La historia no es buena, así que, si no te gusta al final, date por avisado. Sólo a mis amigos les parece buena... en especial al imbécil de Matías Pisac.
Nota a Matías Pisac: Te odio. Un besito en la rodaja de piña.
Momento I: La cagada
Había pasado la mañana en el mecánico, reparando mi carro que tenía días presentando una falla. Cuando llegué a mediodía al edificio me conseguí con una nada amigable sorpresa, un perro había cagado en el frente de mi apartamento, era una plasta inmensa ubicada en frente de la puerta, estaba tan cerca que no podía abrir lo suficiente como para poder entrar a mi piso. Intenté idear algún plan para poder ingresar sin tener que abrir la puerta, pero fue imposible, busqué en los alrededores del edificio y no encontré ninguna herramienta u objeto que me sirviera para retirar la plasta y poder entrar.
Así que, haciendo acopio de valor, sorteando asco y rabia... mucha rabia, decidí abrir la puerta, sí, ya qué carajos, iba a tener que hacerlo, no me quedaba más remedio... lo hice. La mierda se esparció en el piso, embarrando todo el frente de mi apartamento, dibujando un perfecto arco que no escatimaba en perfumar toda el área.
Entré molesto golpeando paredes, empujando sillas y colocando aquí y allá las cosas con rabia, maldiciendo y discutiendo a solas, porque cómo es posible que yo tenga que estar limpiando las deposiciones de cualquier animal, si yo no tengo mascotas, es una falta de respeto de parte del dueño y esa vaina no se iba a quedar así, busqué guantes, un tobo con agua, desinfectante, el coleto y la esponja de fregar —estos dos últimos tuve que desecharlos posteriormente, por supuesto—.
Así que me puse en la labor, limpiar la entrada de mi apartamento: agua, desinfectante, coletazo, exprime, enjuaga, exprime, bota el agua de mierda —sí, tremendo chiste—, lava un poco el tobo y de vuelta así, por lo menos unas cinco veces, porque, aunque no lo crean, el asunto estaba bien tenso, ya que, a pesar de que se veía limpio el piso, el olor seguía allí, persistente, no se rendía.
Me tocó ponerme con la puerta, diría que fue la parte más desagradable, porque, dada la contextura nada dura de la guate, se escurrió por varios recovecos y allí fue donde tuve que utilizar la esponja y no sé cómo era que pasaba ni de dónde salía, pero parecía que se multiplicaba el lodo, porque cuando creía que ya la puerta estaba perfectamente limpia, la movía para cerrar y nuevamente se dibujaba el arco de mierda, mi rabia aumentaba cada vez más. En una de esas, mientras estaba de rodillas, limpiando por enésima vez la puerta, pasaron dos señoras viendo el cuadro escatológico con asombro.
—¡Ay, mi'jo! Jajaja, ¡qué maldad! —dijo una.
—Dios mío, ¡qué horror! —dijo la otra.
—Sí, bueh... —fue mi simple respuesta, no quería hablar con nadie realmente, ni que me estuvieran consolando, ni que me estuvieran diciendo nada, ni un coño de la madre nada con nadie.
—Ay, hijo, jajaja, eso pareciera que te lo hicieron a propósito... —dijo la primera.
—¡Ay, verdad que sí! —dijo la otra.
Las dos viejas se reían por lo bajo.
—Ujum..., ¿usted cree? —respondí secamente, yo diría que hasta con desprecio, no quise decirles nada más porque, en realidad, me quería reservar para la persona a la que le correspondía.
Aún así la escena era demasiado humillante para mí, dos viejas riéndose a costa mía mientras yo limpiaba mierda de perro, arrodillado, en la puerta de mi apartamento. Estaba planificando mis próximos movimientos, al final del día iba a llamar a mi prima, María Alejandra, que es la administradora del edificio, le explicaría la situación, esperando a que, de alguna manera, ella tomara alguna medida al respeto. Pero tampoco iba a esperar mucho para hacer algo; por mi parte yo tomaría mis propias acciones, inmediatas preferiblemente.
Las viejas ya se habían ido y yo terminaba, por fin, de limpiar el mierdero. No tenía apetito, como es de entender, así que ni me molesté en preparar almuerzo. Me senté un momento a descansar, la espalda me dolía un poco de estar tanto rato encorvado en el suelo, agarré el celular y le mandé un mensaje a Carolina, una amiga del edificio que podría, tal vez, darme una respuesta que necesitaba.
-
Carooo!!!<
>Holaaa bby, cm stas?
Bueno, vamos a decirte que bien...<
y tú?<
>Bn bby y eso? q t paso?
Bueno, que llegué al mediodía y
tenía un regalito en la puerta<
>Cm un regalito bby?
Una mierda de perro del tamaño
de China...<
>Jaajjjaj mierda ajjaja
q cagada!! <- Nunk mjor dicho
jaajajjajaj
Ajá, ríete pajúa, mira necesito
un favor tuyo...<
>Yo no voy a limpiar mierda
d prro ya t lo voy diciendo
Tranquila, ya yo limpié todo<
>Q ncsitas bby?
No sabes quien tiene perro en
el edificio?, que voy a ir a
formar peo<
>Vrga bby n l apartamnto 07
s dond yo he scuchado prro
ladrando
Quien vive ahí?<
>No c una señora creo
>No stoy segura
>Pro si c q ahi tienn prro xq
siempr ladra
Si va, Caro, gracias por el dato,
ya me voy para allá a formar peo<
>Tranqlo bby ;* suert con eso
¿Quieres acompañarme?<
>No puedo bby sorry
>No stoy n l apartamnto vine
a visitar a mi mamá
Ah ya, bueno, le das saludos<
>Sguro luego m cuentas n q
qdo todo
Momento II: Perla
De ese modo me encaminé al piso de arriba, subí las escaleras, recorrí el pasillo solitario. El corazón palpitando, sentía las orejas calientes, mi respiración estaba agitada. Apartamento 05 a la derecha. Vivimos en un edificio, debería haber normas y, aunque sea, un mínimo de decencia, ¿cómo vas a dejar que tu mascota se ande cagando en las puertas de las demás personas? Y si lo hace, entonces sé responsable y limpia tu mierda. Apartamento 06 a la izquierda. Yo soy un muchacho tranquilo, educado y muy noble, pero que no me hagan molestar, porque ahí sí es verdad se van enterar que yo no me le quedo callado a nadie, no hay injusticia ni faltas que deban quedar impunes, además estoy en mi derecho de reclamar, porque yo no molesto a nadie en el edificio, soy muy respetuoso con mis vecinos, tanto que ni siquiera me he tomado la molestia de conocerlos, a Carolina y de vaina; no me importa nada, ni quién es ni su situación, aquí debemos respetarnos los espacios, esa gente no tendría idea de lo que se les iba a venir encima. Apartamento 07 a la derecha.
Ya estaba frente a la puerta, mirando al número con rabia. La mano me temblaba un poco de la impotencia, respiré profundo tratando de calmarme y toqué la puerta. Inmediatamente se oyeron ladridos desenfrenados al otro lado de la puerta, allí estaba el autor de la cagada, casi podía sentir que el animal olía a su gracia. Sin embargo, a pesar de los ladridos, nadie atendió a mi llamado, así que volví a tocar, pero más fuerte.
—¡Buenaaas! —llamé, los ladridos se intensificaron, pero nadie respondía. Toqué aún más fuerte por tercera ocasión— ¡Bueeeenaaaas!
Ya estaba considerando regresar más tarde, tal vez no había nadie y el perro estaba solo. Pedí en los más profundo de mi alma que al perro le diera diarrea y cagara su apartamento entero, seguía ladrando sin control. Estaba por desandar mis pasos para regresar más tarde, pero, de pronto, escuché un movimiento al otro lado de la puerta, ¿pasos? ¿Algunas cosas moviéndose? Eso definitivamente no podía ser el perro, ¡tenía que haber gente! Toqué aún más fuerte.
—¡Buenas tardes! —llamé con más ímpetu.
Volví a escuchar pasos, algunas cosas sonaban pero no sabría decir qué, de pronto... ¿murmullos? Definitivamente, había gente y nadie que quería salir. Lo que parecía imposible ocurrió, me molesté más de lo que ya estaba y desde ahí comencé a formar peo.
—¡Ábranme la puerta! ¡De aquí no me voy hasta que me abran la puerta! ¡Ese perro que tienen ahí se cagó en la puerta de mi apartamento y yo no me voy hasta decirles sus vainas! ¡Ábrame la puerta, no joda!
Yo seguía tocando, fúrico, gritando que me abrieran y que no me iba a ir de ahí hasta que no dieran la cara, que si eran arrechos para dejar al perro cagarse en la puerta de mi apartamento, yo iba a ser más arrecho para formarles su peo bien formado en la puerta del suyo, que salieran que yo los estaba escuchando, que dejaran de esconderse y dieran la cara si no querían que la vaina fuera a mayores, etcétera.
Estuve así por espacio de unos veinte minutos, cuando de pronto escucho unos pasos subiendo por la escalera, no me importó nada si alguien me veía formando mi peo, porque no estaba reclamando algo loco, pero lo que sí me parecía loco era que el perro de mierda estuviera ahí ladrando como un desquiciado y la gente del apartamento no diera la cara. Así que seguía llamando a toda voz y tocando con furia, tanto que hasta me raspé el dorso del dedo medio con los golpes. Hasta que de las escaleras emergió una mujer, bastante mayor, entre 40 y 50 años y me gritó desde ahí.
—¡Bueno, muchacho'er coño! ¡Tú no ves que ahí no hay nadie? —exclamó molesta señalándome con unas llaves que tenía en la mano, el perro ladraba cada vez más.
—¡Cómo que no hay nadie? —le exclamé también, molesto, ya sin importarme nada, la mujer se acercó viéndome con rabia— ¡Claro que hay gente!, ¡porque yo aquí escucho que ahí adentro hay gente y no me quieren atender!, ¡se me están escondiendo!
—¡De bolas que no te van a abrir! —me dijo, ya frente a la puerta, introduciendo las llaves, los ladridos aumentaron pero salían del fondo de un pasillo, no se veía el animal— ¡Porque aquí quien está es mi hija que tiene son seis años y no tiene permiso de abrirle la puerta a nadie! —en ese momento abrió la puerta, salió la niña disparada a esconderse detrás de la madre— ¡Y me vine corriendo del trabajo porque la niña me llamó toda asustada que estaban golpeando la puerta y pegando gritos afuera! ¡Qué te pasa? ¡No joda! ¡Tú no puedes andar aquí como un energúmeno pegando gritos así! ¡Me vas a traumar a la carajita! —luego se dirigió a la niña— Mi amor, anda para el cuarto, por favor.
La niña se fue corriendo. Ese fue el primer trágame tierra que tuve, claro, ya tenía sentido que no me abriera, sentí una pena profunda, de verdad esa niña no tenía culpa de nada y yo me había comportado como un idiota... aaah, pero me acordé de por qué estaba ahí tan molesto y formando peo, no podía echarme para atrás, yo estaba arrecho y necesitaba formar peo.
—¡Bueno, disculpe por lo de la niña! ¡Yo no sabía nada, así que no es mi culpa! ¡Igual yo vine para acá a formar un peo!
En ese momento noté cómo al frente, en el apartamento 08, una mujer se asomaba por un marco —vacío— de aire acondicionado, era una negra, gruesa, con trenzas, la mujer estaba bien acomodada en el marco en una pose que parecía La Toya Jackson, pero prisionera por las rejas. Escuchando fascinada. El espectáculo había empezado.
—¡Ajá! ¡Y qué peo vienes a formar tú para acá? —me dijo la señora.
—¡Bueno, señora! —ahí me inflé, no joda, verdad que me pasé con lo de la niña, pero ahora iba a ser ella la que se iba a morir de la vergüenza e íbamos a quedar pago— ¡Resulta que yo no tengo mascota! ¡Por lo tanto yo no debería de estar limpiando mierda del perro de nadie! ¡Estamos en un edificio y aquí vivimos varias personas! ¡Aquí más nadie tiene mascota! ¡Entonces ni yo ni nadie tiene que estar limpiando mierda de perro ajeno!
—¡Y qué mierda limpiaste tú para venir aquí a estar reclamándome?
—¡Bueno, porque yo llegué a mediodía y al frente de mi puerta había una cagada grandísima! ¡No podía abrir la puerta sin embarrar todo el piso de mierda! ¡Y tuve que hacerlo para poder sacar las cosas y limpiar todo el reguero! ¡Entonces me parece injusto tener que estar limpiando mierda de perro si yo no tengo perro!
La mujer se quedó pensativa un instante cuando terminé de decir eso, La Toya Jackson asentía desde el marco. ¡Joda! Estaba celebrando para mis adentros, ya no podía decirme nada ahora, la tenía contra las cuerdas, ahora sí...
—Bueno, tienes razón en algo —me dijo ya bajando la guardia pero no perdiendo su tono seco y fuerte—, tú no tienes por qué estar limpiando mierda de perro si no tienes perro. Estoy totalmente de acuerdo y entiendo por qué viniste aquí tan molesto.
—Bueno... —iba a contestar pero me interrumpió.
—Pero, en cualquier caso, mi perra no fue.
—¡Cómo que no fue, si usted es la única que tiene perro aquí en el edificio?
—¡Mi perra no fue! ¡No pudo ser! Porque yo salgo en la mañana a trabajar y regreso en la tarde.
—¡Entonces cómo es posibl...
—Y ya ves que la niña ni siquiera abre la puerta...
—Pero...
—¡Además a esa perra nunca la sacamos! ¡Perla!, —comenzó a llamar a la perra— ¡Perlita!, ¡Ven! —la perra ladró en el fondo, la mujer puso una voz más amable— ¡Ven, Perlita, ven! —cuando vio que la perra venía se volvió a dirigir a mí— A esa perra nunca la sacamos porque está ciega, tiene cataratas, ¡mira!
Miré adentro de la casa y vi la perrita, era mestiza, pequeña y regordeta, estaba vieja, con los ojos grises, caminaba lento, torpemente y golpeándose contra las paredes del pasillo que recorría. Si lo de la niña me había dado vergüenza, esta vez quería salir corriendo, segundo trágame tierra. No podía decirle nada a la señora, ni siquiera podía disculparme, pero en un inesperado giro de los acontecimientos la mujer me brindó una oportunidad dorada de levantar un poco el orgullo.
—Otra cosa, chamo —me habló nuevamente con un tono fuerte— yo no soy la única que tiene perro en el edificio. Las putas del ocho también tienen un perro —dijo señalando la puerta que estaba diagonal a la suya, La Toya Jackson miró hacia adentro del apartamento y otra vez al pasillo—, así que si fuiste bien arrecho para formar todo ese peo aquí a la puerta de mi casa, entonces vaya y forme peo allá también.
Momento III: Las putas del 08
De este modo me encaminé a la puerta del apartamento 08, La Toya Jackson miraba hacia adentro y hacia afuera, expectante. Toqué la puerta y casi al instante abrió una muchacha, era bastante joven, rondando los 20 años, trigueña, no puedo decir que fuera bonita, pero tampoco era fea, un tanto esbelta, tenía un short muy corto y una blusa casi transparente.
—Buenas... —me dijo con un tono bastante bajo.
—Bu-buenas... —tartamudeé, desconcertado y casi amable—, eh, di-disculpa... corazón...
No pude evitar notar que la muchacha tenía los ojos rojos, estaba como embotada. Inmediatamente vi hacia adentro del apartamento, no estaba bien iluminado, pero noté perfectamente que no estaba amueblado, en el fondo habían varios colchones tirados en el piso y en estos, calculo, al rededor de diez mujeres, desnudas o en ropa interior, acostadas, tiradas inconcientes más que dormidas, algunas moviendo torpemente los brazos, no soy experto, pero todas lucían borrachas o drogadas.
—Dígame... —dijo la muchacha notando mi desconcierto y haciendo un tanto para cerrar un poco la puerta.
—Disculpa, es que me dijeron que aquí tienen un perro —comencé a recuperar la compostura— y vengo a poner un reclamo, porque temprano, cuando llegué a mi apartamento, en frente de la puerta se habían cagado, entonces —me volví a envalentonar recordando que yo estaba molesto, hablaba para la muchacha, pero también miraba a La Toya Jackson, ya más en general, podía sentir la mirada de la señora del 07— no puede ser posible que si yo no tengo mascota tenga que estar limpiando mierda de perro ajeno...
—¡Eso es verdad!, el chamo tiene razón —intervino La Toya Jackson.
—Entonces... —iba a continuar, cuando la muchacha me interrumpió.
—Okey, yo entiendo pero es que el perro de aquí no fue porque... —pensó un poco— está enfermo.
—¡Ah, no! —dije ya con indignación y en general, la muchacha me miraba sin expresar ninguna emoción— Ahora aquí nadie caga. Sea como sea aquí vivimos en un mismo edificio, todos tenemos responsabilidades y debemos comenzar a respetar eso.
—¡Eso es verdad! El chamo tiene toda la razón —volvió a intervenir La Toya Jackson.
La muchacha me miraba sin mirarme, nuevamente se abrió un poco la puerta y volví a ver el cuadro dantesco del fondo. La muchacha volvió a cerrar un poco la puerta, se quedó como esperando a que dijera algo más, ya nadie decía nada, la señora del 07 se metió a su apartamento, La Toya Jackson quedó como a la expectativa.
—Bueno, eso era... —dije finalmente, dejando escapar un suspiro profundo cargado de hastío, y me retiré.
Epílogo
Llegué a mi apartamento, me atacó el hambre, puse a hervir una papa, me serví un vaso de agua y bebí, pensando en cada momento del día. La cagada en la puerta, cómo tuve que limpiar todo. El peo que le formé después a la señora, la niña asustada, Perla —la perra ciega—, sentí la vergüenza nuevamente, decidí que saldría un rato después a la panadería a comprar un dulce o algo para compartir con la señora y la niña para pedirles disculpa —posteriormente lo hice, diciéndole que me disculpara por todo el mal entendido, la señora aceptó mis disculpas diciendo que comprendía mi molestia, que a todas estas a ella lo único que le había molestado era que había asustado a la niña de aquella manera, pero que no era mi culpa y entendía.
Pensé luego en lo que me tenía más inquieto... las muchachas del apartamento 08, mi prima me había comentado que eran unas trabajadoras de PDVSA que no conseguían dónde alquilar, que lograron contactarla a ella, supuestamente tenían unos cargos más o menos importantes en la empresa y toda la cosa, que su esposo hizo el enlace porque les estaba haciendo el transporte... pero esas mujeres no eran de PDVSA ni a patadas.
Ya había escuchado rumores al respecto, yo prefería ignorar el asunto, porque a fin de cuentas eso no es mi problema, pero se corría la pelota por ahí de que las mujeres del 08 eran prostitutas, que mi prima la tenía como una especie de catálogo, y su esposo, en efecto, les hacía transporte —¡qué bien!, una parte que sí era cierta—... prostitutas a domicilio... tremenda idea, ¿no?
Pensé en el rumor, recordé la escena de las mujeres desnudas, drogadas, tiradas en los colchones. Eso era real y estaba ocurriendo en la planta de arriba. Yo pensaba que esas cosas sólo se veían en películas.
Me serví la papa que estaba lista y me senté en un sillón de la sala. Respiré profundo... volví a pensar en la plasta frente a mi puerta... miré mi dedo raspado por los golpes a la puerta... pensé en Perla... en La Toya Jackson... en las putas del 08... miré mi papa... “Mierda...”.

Marico
ResponderEliminarFortisima historia, pobre chamo vale.
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