1 – Aquí estoy, aquí siempre he estado
No fueron pocas las razones de Mérida para irse de aquella casa, cada día sentía más y más que Armando la atacaba, se sentía constantemente amenazada, ella veía sus gestos de desagrado cada dos por tres y no sólo de él, también de la gente que vivía en torno a ellos, su suegra, su cuñada, así que no dudó nunca de que hablaban mal de ella a sus espaldas y esto, más que molestarla la hacía sentirse horrible, sucia. Y por supuesto, esta sensación trajo, entre otras consecuencias, la constante impresión de estar siendo juzgada por todas las personas, ¿hasta dónde podía llegar la satánica red del chisme? Iba por la calle y notaba cómo algunas personas la miraban con cierto desdén, algunos comentarios incluso llegaban a sus oídos.










